Hemos dejado atrás la locura vietnamita. Por fin.
Parece que se han vuelto majaretas y andan todos por las
calles con sus millones de motos, inundándolo todo, con un
solo fin aparente: comprar. Consumir como si fuera el fin
del mundo.
Asia y su encanto, parecen haber desaparecido de las
ciudades vietnamitas, que se asemejan a cualquier otra
ciudad del mundo llamado “Civilizado”. Es una pena, ese
tsumani de modernidad se ha llevado consigo la tradición.
Ya en Camboya, la vida parece haber recobrado un poco su
pulso.
Por aquí, también andan fascinados con los móviles de última
generación y demás artilugios modernos, pero al menos se
siente cómo la tradición resiste el embite de la modernidad.
Hace unas horas, aquí en Phnom Penh, hemos visitado Tuol
Sleng y la escuela S21, uno de los lugares del genocidio del
Jemer Rojo.
Toda una atrocidad cometida hace unos pocos años en la que
murieron más de 2 millones de inocentes.
No aprendemos nunca.
Nos queda la última etapa del viaje, uno de los centros
mágicos del planeta por estas latitudes, y una cita
pendiente desde hace muchos años: Ankorg Wat.
Mientras, dejaremos que la tradición de Oriente, la poca que
queda viva, nos acaricie las almas.
Seguid disfrutando del verano y de esos Espacios que, de vez
en cuando, se abren al infinito.
Feliz semana. Nos encontramos en breve.
Miguel Blanco. Desde Cambodia. Camboya.
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