viernes, 28 de febrero de 2014

Entre pirámides


Acabamos de regresar del Cairo, la ciudad de las pirámides. Teníamos algunos planes para desarrollar en Egipto.
Entre otros, preparar el nuevo viaje de semana santa.
Una expedición que estará llena de muchas sorpresas.
Entre ellas, la visita al Serapeum, uno de los lugares más enigmáticos que hemos visitado en Egipto, además del desierto blanco, uno de los más fantásticos que he conocido en mi vida.
Además, allí, en el Cairo nos espera Tito, todo un personaje. Con su camello, “el gigante Charlie”- por cierto, que me tiró nada más subir a su grupa el muy…- me llevó a conocer los “auténticos lugares de poder de la meseta de Giza.
¡Vaya sitios!
Tito se ha criado en la meseta de Giza y conoce lugares poderosos frente a las pirámides. En ellos, se reúnen todas las energías recogidas en esas enigmáticas construcciones. Y se sienten… ¡vaya si se sienten!
Junto a Tito, Walid y la familia Cairota he vivido unos días, entre pirámides, sintiendo, una vez más, el calor del pueblo egipcio.
Viven en medio de la crisis mas profunda a la que se han enfrentado en décadas, pero siguen con sus sonrisas, seguros, que la luz, ya se ve al final del túnel.
Ellos me han dado toda una lección de esperanza.
Muchos de ellos no tienen ni siquiera comida, pero están seguros de su destino y, según dicen, no puede ser otro que la luz…
Una luz cegadora que lo va a llenar todo y a todos.
Sentí esa luz, esa potente energía en las pirámides.
Y ellos, anuncian que, desde allí, va a volver a irradiar al mundo entero.
Penetrando en todas las conexiones que ya se han abierto en el planeta, sobre todo, en los millones de corazones que sentimos, creemos y pensamos, que ya esta bien de oscuridad.
Las pirámides refulgían, en mitad del desierto, como si estuvieran cobrando una nueva vida.
Por encima del polvo, de la suciedad, del ruido de esa ciudad caótica que es el Cairo, se seguían alzando en mitad del desierto desafiando, una vez mas al tiempo y, a los humanos de corazón endurecido.
Me encantará, algún día, presentaros a Walid, a Tito, a Ibrahim, a mi familia egipcia.
Merece la pena conocerles.
Siguen siendo hospitalarios, amables y, a pesar de las revoluciones y de la crisis, no han perdido su sonrisa y ese especial brillo en su mirada.
El último recuerdo que tengo del viaje, unas pocas horas antes de tomar el avión, mientras llegaba el día, es el de las pirámides y sobre ellas, una luna menguante que se besaba con una estrella muy brillante.
Buenos tiempos aguardan… A por ellos.

Feliz semana.
Miguel Blanco.


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